En el 2003, un equipo de investigación del conocido laboratorio del Instituto Boyce Thompson (BTI) para los estudios de plantas en Ithaca, New York publicó un artículo en la prestigiosa revista académica Cell. Se consideró una publicación pionera ya que contestaba preguntas importantes de la biología de células vegetales. El primer autor de la publicación fue el investigador de posgrado, Meena Chandok, quien trabajaba bajo la supervisión de Daniel Klessig, en ese entonces presidente de BTI.
Después de que Chandok se fue de BTI para empezar otro trabajo, otros investigadores en el laboratorio no lograban replicar los resultados publicados en Cell, siguiendo los mismos métodos usados en el artículo. Klessig, al sospechar mala conducta científica, le pidió a Chandok volver al laboratorio y repetir sus experimentos para confirmar la autenticad de sus resultados, pero ella se negó. Una investigación institucional del experimento concluyó que “no hay evidencian suficiente de que la Dra. Chandok logró los resultados que se reportaron,” pero que tampoco “había suficiente evidencia” de mala conducta o de que Chandok había fabricado los resultados. Klessig y los otros autores retractaron el artículo sin el consentimiento de Chandok. Después Chandok demandó a Klessig por difamación, declarando que la retracción había causado suficiente daño a su carrera y reputación dentro de la comunidad científica.
Durante los próximos años en la corte, el caso llamó la atención a múltiples problemas relacionados a la investigación científica y publicación de resultados. John Travis, editor de la revista Science, escribió sobre la consistencia del caso con “la política del instituto nacional de saludo de que los investigadores deben reportar dudas sobre posible mala conducta.” John Dahlberg, director de la oficina de integridad investigativa, División de Descuido en la Investigación, cree que el caso puede motivar a los que tienen miedo a ser demandado por difamación a presentar su caso. El escritor de Science Eugenie Reich describe a Klessig como un “soplón” mientras que la filósofa Janet Stemwedel se enfocó en preguntas sobre la responsabilidad colectiva de los co-autores y Klessig en cuanto al control de calidad en el proceso de investigación. Ella preguntó, “Si se comparte el crédito, ¿por qué no la culpabilidad?”
En el 2011, la corte de apelación del segundo circuito en Nueva York rechazó el caso. Concluyó que las declaraciones de Klessig estaban legalmente protegidas porque “tenían que ver con las obligaciones legales o morales que tenía” de notificar a la revista que su laboratorio no podía replicar los resultados que habían publicado y se hicieron entre “personas que [tenían] un interés en común.” La corte encontró que no había prueba de malicia contra de Chandok y que la investigación y las peticiones de que Chandok replicara su trabajo abrió dudas de mala conducta científica.