Escrito y narrado por
Robert Prentice, J.D.
Business, Government & Society Department
McCombs School of Business
The University of Texas at Austin
Nos parece que nuestros juicios morales, como “Estuvo mal que Pablo engañara a su esposa”, y nuestras acciones (decisiones) morales, como “Voy a ayudar a esa persona sin hogar”, se basan en la razón. Sin embargo, la mayoría de nuestros juicios morales en realidad se basan en emociones o incluso meras intuiciones. Cuando sentimos que estamos razonando hasta llegar a una conclusión moral, a menudo lo único que hacemos es racionalizar un juicio o una decisión que nuestro cerebro ya ha tomado instintivamente.
Ahora bien, esto no debería sorprender. Alrededor del 90% de todas las decisiones de nuestro cerebro se toman de forma automática e intuitiva. ¿Por qué las decisiones morales deberían ser diferentes? Muchos científicos creen que las emociones han evolucionado en parte para animarnos a obedecer las reglas morales de la sociedad para que podamos vivir juntos en grupos de manera efectiva.
Por ejemplo, emociones autoconscientes como la culpa, la vergüenza y el bochorno motivan a las personas a seguir las normas morales de la sociedad. Los estudios muestran que las personas con un sentimiento de culpa más agudo tienden a estar entre los ciudadanos más morales y cooperativos.
Las personas también están motivadas a hacer lo correcto porque saben que, si no lo hicieran, enfrentarían emociones que condenan a los demás, como el desprecio, la ira y el disgusto. Por ejemplo, cuando los amigos de Paul sepan que él engañó a su esposa, probablemente se enojarán y él se avergonzará. Sus amigos pueden castigarlo por este mal.
Las emociones que elogian a los demás, como la gratitud y la elevación moral, que las personas a veces sienten cuando ven que otros hacen lo correcto, pueden estimular a las personas a actuar de manera prosocial. Los estudios muestran que las personas serán más generosas y serviciales después de ver a otros ser generosos y serviciales.
También hay emociones que sufren otros, como la simpatía, la compasión y la empatía. Estas emociones a menudo alientan a las personas a ayudar a quienes lo necesitan. Algunos expertos creen que la empatía es la emoción moral más importante. El primatólogo Frans De Waal escribe que “la moral humana está firmemente anclada en las emociones sociales, con la empatía en su núcleo”.
El profesor Godsey, cofundador del Ohio Innocence Project, sostiene que el racismo en cualquier forma es un tipo de deshumanización. Las personas a menudo son capaces de deshumanizar a los demás, llegando a la conclusión de que no merecen un trato moral. Por ejemplo, los colonos estadounidenses deshumanizaron a los africanos durante la esclavitud y los nazis deshumanizaron a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Pero podemos frustrar la deshumanización con empatía. Al adoptar conscientemente la perspectiva de los demás, reconocemos su humanidad y podemos cambiar nuestro comportamiento.
Entonces, las emociones morales generalmente dirigen a las personas a hacer lo correcto y a evitar hacer lo incorrecto, pero recuerde estas advertencias:
Primero: nuestras emociones están lejos de ser infalibles. Por ejemplo, la emoción de disgusto a menudo nos hace condenar lo que nos disgusta en términos morales. Pero puede que no exista una base moral racional para hacerlo. Si hacemos un juicio moral emocionalmente, a menudo no podemos defender racionalmente nuestra elección, lo cual es un concepto llamado «estupefaciente moral».
Segundo: aunque las emociones morales nos impulsan en la dirección correcta, a menudo utilizamos racionalizaciones para engañarnos a nosotros mismos. A menudo superamos nuestra posible culpa, vergüenza y bochorno y logramos hacer lo incorrecto de todos modos, como lo hizo Pablo cuando engañó a su esposa. Usamos trucos psicológicos para poder ver nuestros actos inmorales como si no fueran tan malos después de todo.
En tercer y último lugar: nuestras reacciones emocionales tienden a superar a nuestros pensamientos lógicos. Practicar la atención plena puede mejorar nuestra respuesta. Con diligencia y práctica, al menos a veces podemos anular nuestros juicios emocionales automáticos con cálculos cognitivos reflexivos.