Escrito y narrado por
Robert Prentice, J.D.
Business, Government & Society Department
McCombs School of Business
The University of Texas at Austin
Las presiones organizacionales pueden hacer que incluso las buenas personas actúen de manera poco ética. Por ejemplo, un hombre resultó herido en un accidente automovilístico y demandó al conductor del otro vehículo. La compañía de seguros del otro conductor exigió que su médico examinara al herido. Cuando el médico lo hizo, descubrió que el hombre tenía un aneurisma cerebral que ponía en peligro su vida. Pero el médico no se lo dijo al hombre porque la información perjudicaba a la compañía de seguros. Y fueron necesarios dos años más para que el herido conociera su estado crítico.
Entonces, ¿por qué un médico mantendría en secreto esta información vital? Claramente, el médico consideraba que su trabajo protegía los intereses financieros de la compañía de seguros, al diablo con el juramento hipocrático. Esto es lo que los éticos llaman moralidad de rol.
La moralidad de roles implica actuar de maneras que sabemos que no son éticas. Pero como actuamos en nombre de nuestro empleador, equipo o cliente, consideramos que nuestras acciones están bien. Nos damos permiso para dañar a otros de maneras que sabemos que están mal, simplemente por el papel que desempeñamos en ese momento.
Una investigación realizada por el sociólogo Robert Jackall encontró que muchos empleados corporativos separan sus creencias personales de la ética de su lugar de trabajo. Como dijo un ejecutivo: “Lo que es correcto en una corporación no es lo que es correcto en el hogar de una persona o en su iglesia. Lo que está bien en la corporación es lo que el tipo que está arriba de ti quiere de ti. Eso es la moralidad en la corporación”.
Al igual que en el mundo empresarial, la moralidad del rol puede conducir a un comportamiento poco ético en el mundo de los deportes. Por ejemplo, Chris Correa, que actuaba como un empleado leal de la oficina principal de los Cardenales de San Luis, pirateó el sistema de correo web de los Astros de Houston para robar información competitiva y ayudar a su equipo. ¿Correa alguna vez hackeó ilegalmente sitios web para beneficio personal? No hay evidencia de ello. Pero en su papel de empleado leal, hizo precisamente eso.
De manera similar, un atleta justificó su uso de drogas para mejorar el rendimiento centrándose en su papel como hombre de familia. El atleta dijo: “No lo clasifiqué como inmoral porque sabía que me daría una buena vida, en la que podría mantener a mi familia”.
Las investigaciones muestran que los atletas de deportes de equipo aceptan más el dopaje y otras formas de trampa que los atletas de deportes individuales. Quizás la disposición de un atleta a ignorar su propia moralidad para cumplir con su papel como compañero leal de equipo explique esta diferencia.
Pero cualesquiera que sean nuestras circunstancias, si deseamos vivir una vida de la que podamos estar orgullosos, sería prudente prestar atención a la influencia de la moralidad del rol en nuestro pensamiento, decisiones y acciones. Ya seamos atletas, directivos, entrenadores o aficionados, podemos esforzarnos por guiarnos por nuestra propia brújula moral, independientemente de si estamos en el campo de juego, en una oficina, en el aula o en casa.