El razonamiento moral se aplica al análisis crítico de situaciones concretas para determinar lo que está bien o mal, y cómo deben actuar las personas. Tanto los filósofos como los psicólogos estudian el razonamiento moral.
Las decisiones cotidianas que tomamos como “¿Qué me pongo?” son similares a las decisiones morales que tomamos como “¿Debo mentir o decir la verdad?” El cerebro procesa ambas de la misma manera.
El razonamiento moral normalmente se aplica a la lógica y las teorías morales, como la deontología y el utilitarismo, o a situaciones o dilemas específicos. No obstante, las personas no son muy buenas en cuestiones de razonamiento moral. De hecho, el término “estupefacto moral” describe el hecho de que las personas llegan a conclusiones morales importantes que no pueden defender de manera racional.
De hecho, la evidencia muestra que el principio o teoría moral que alguien escoge en muchos casos, irónicamente, está basada en las emociones y no en la lógica. Sus decisiones se ven influenciadas por prejuicios internos o presiones externas como el sesgo de autoservicio y el conformismo social.
Entonces aunque nos gustaría pensar que resolvemos dilemas éticos de manera lógica y racional la verdad es que nuestro razonamiento moral se ve influido por la intuición y nuestras reacciones emocionales.