La institución financiera estadounidense Wells Fargo estaba superando las expectativas a pesar de estar en medio de una economía en crisis. Durante la crisis económica de 2008, al adquirir el banco Wachovia, Wells Fargo volvió el tercer banco más grande de los EE. UU. en activos. Unos años después los ingresos seguían creciendo y los valores aumentado de precio hasta que el valor de Wells Fargo alcanzó los $300 billones. Pero detrás de este éxito la empresa permitía una cultura que presionó a los empleados a abrir cuentas fraudulentas en un intento de alcanzar las metas de venta elevadas. Entre 2011 y 2015 los empleados de Wells Fargo abrieron más de 1,5 millones de cuentas bancarias y solicitaron más de 565,000 tarjetas de crédito en nombre de los clientes, muchas veces sin que supieran ni que autorizaran la actividad.
Muchos empleados anteriores reportan que las metas de venta de la empresa eran imposibles de cumplir y los incentivos para la compensación y para mantener su empleo motivaron el abuso del sistema. Wells Fargo presionaba a los empleados a hacer la venta cruzada, es decir, ofrecer a los clientes que compraban un tipo de producto como una cuenta corriente o una cuenta de ahorros a comprar otro producto como préstamos o tarjetas de crédito. Un exempleado describió el ambiente laboral como un “lugar de explotación”, y que sus colegas “se quebraban bajo la presión.” Otro empleado anterior reportó que “si no cumples con tus metas entonces no te consideran colaborador. Si estás hundiendo al equipo serás despedido y saldrá en tu historial permanente.”
A mediados de 2014, Wells Fargo intentó mitigar las actividades fraudulentas con un taller sobre la ética que advirtió a los empleados que no crearan cuentas falsas en nombre de cliente sin que la pidieran. Wells Fargo modificó también la estructura salarial para enfatizar menos las metas de ventas. Pero en los años siguientes estos esfuerzos no fueron suficientes. La empresa seguía despidiendo a los empleados por haber abierto cuentas fraudulentas. Una portavoz del banco Mary Eshet dijo, “los pasos que hemos estado tomando han sido efectivos… continuamos haciendo más.” Los propios analistas de Wells Fargo mostraron que había disminuido el número de cuentas falas ya en 2015, aunque muchas siguieron siendo creadas.
Un anterior empleado recordó de su corta estancia en Wells Fargo que “fue el punto más bajo de mi vida.” El exempleado había incentivado a señoras mayores de edad de solicitar tarjetas de crédito que no querían diciéndole que “simplemente estaba confirmando un cambio de dirección.” Mentir de esta manera lo hizo mal del estómago. Reportó que “la economía estaba en una mala época y estaba preocupado de que si perdiera el trabajo estaría en una situación financiera precaria.” Las prácticas engañadoras como estas se extendían por toda la empresa y muchos exempleados cuentan que los gerentes sabían de estas prácticas. Jonathan Delshad, un abogado contratado por los exempleados dijo que “cuanto mejor vendían, avanzaban más rápidamente, entonces esta cultura se generalizó en toda la empresa. Una generación entera de gerentes de desempeñaron dentro de esta cultura, fueron premiados por promocionar este tipo de cultura, y ahora se encuentran en las posiciones de poder para seguir fomentando esta cultura.” Otra empleada anterior dijo que no pudo cumplir con las metas de ventas de manera ética y por eso llamó la línea directa para problemas éticos de la empresa para quejarse. Eventualmente fue despedida.
En 2016 Wells Fargo fue multado un total de $185 millones por la actividad fraudulenta y el director ejecutivo John Stumpf se renunció. Entre 2011 y 2016 aproximadamente 5.300 empleados fueron despedidos por sus prácticas de venta fraudulentas. Las cuotas de ventas fueron efectivamente eliminadas el 1 de enero de 2017.