El comportamiento prosocial ocurre cuando el individuo actúa para beneficiar a otros y no a sí mismo. El altruismo, la cooperación, y el cuidado son algunos ejemplos del comportamiento prosocial.
El comportamiento prosocial es una parte central de la moralidad. Como menciona el psicólogo Daniel Batson, una gran parte de la moralidad interpersonal involucra “darle importancia a los intereses y deseos de los demás en situaciones en que nuestros intereses pueden estar en conflicto.”
Varios estudios revelan que quienes actúan de manera prosocial suelen ser más feliz, más saludable, y vivir más años. Los que no actúan de manera prosocial suelen sufrir costos psicológicos que vienen con sentimientos de culpabilidad.
El comportamiento prosocial es contagioso. Varios estudios muestras que los que ven a otros actuar de manera prosocial son más propensos a comportarse de la misma menara.
Las personas parecen tener una preferencia innata para el comportamiento prosocial. Por ejemplo, en un estudio, hasta los bebés preferían jugar con una muñeca que veían actuando de manera generosa a las que veían comportarse de manera egoísta.
El profesor de derecho Lynn Stout dice, “el comportamiento prosocial o no-egoísta es tan común en la sociedad estadounidense que se suele ignorar.” De hecho, considera cuan frecuente la gente ayuda a los demás al donar a organizaciones caritativas o al ser voluntarios. Por ejemplo, en 2014 las donaciones caritativas llegaron a su auge de más de $358 mil millones. El 45% de los voluntarios estadounidenses hacen que este país ocupe el tercer lugar en cuanto al tiempo y talento dedicado a la ayuda de los demás.
Entonces mientras que el comportamiento prosocial no es tan notable, podemos deducir que es una parte central de una sociedad justa y decente.