Como todos estamos sujetos al sesgo egoísta, tendemos a reunir, procesar y recordar información de maneras que apoyan nuestras propias creencias preexistentes o crean resultados que sirven a nuestro propio interés personal. Como escribió el novelista Upton Sinclair: “Es difícil lograr que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”. Un aspecto del sesgo egoísta se llama ceguera motivada.
La ceguera motivada describe la tendencia, a menudo inconsciente, que tenemos a no darnos cuenta de las malas acciones de los demás cuando notarlas sería incompatible con nuestro propio interés personal. Por lo tanto, tendemos a ignorar las malas acciones de los miembros de la familia y los amigos cercanos.
La ceguera motivada no solo se manifiesta en las relaciones personales, también está muy extendida en otras áreas de la vida. Como señalan los profesores Tenbrunsel y Bazerman, la firma de contabilidad Arthur Andersen estaba muy motivada para ignorar las travesuras financieras de su cliente más rentable, Enron. De manera similar, los ejecutivos de las empresas han pasado por alto el comportamiento de acoso sexual de los empleados estrella, cuando podrían haber detectado (y castigado) una conducta similar por parte de empleados de capacidad media.
Asimismo, el personal de la oficina principal de los Gigantes de San Francisco se vio motivado a hacer la vista gorda ante el evidente uso de esteroides por parte de su superestrella Barry Bonds. Y los altos mandos de la Iglesia Católica parecen haber sido ciegos ante el abuso sexual desenfrenado de sus feligreses por parte de los sacerdotes.
La conclusión es que todos podemos ignorar el comportamiento inmoral, especialmente cuando hacerlo sirve a nuestro propio interés. Por lo tanto, para ver las cosas con claridad y salvaguardar nuestra integridad, sería prudente estar atentos a la ceguera motivada.