Escrito y narrado por
Robert Prentice, J.D.
Business, Government & Society Department
McCombs School of Business
The University of Texas at Austin
El buen carácter puede verse socavado por el exceso de confianza. La mente humana es una “máquina de exceso de confianza”, como escribió el columnista David Brooks, y la ciencia lo confirma. Las investigaciones muestran que un porcentaje increíblemente alto de personas (muy por encima del 50%) tienden a creer que son mejores que el promedio en apariencia, inteligencia, amabilidad, capacidad atlética, etc. Todos tendemos a descartar el papel que juega la suerte en nuestro éxito.
A menudo, los atletas, como todos los demás, tienen exceso de confianza. Las investigaciones muestran que los golfistas tienden a tener demasiada confianza en su capacidad para hacer chip, los buceadores en apnea tienen demasiada confianza en sus perspectivas en una competencia y los estudiantes-atletas tienen demasiada confianza en su propia experiencia financiera. Como saben los entrenadores, las sorpresas a menudo ocurren debido al exceso de confianza cuando un atleta o equipo favorito no toma en serio a su oponente. El gran tenista Andy Murray, que alguna vez ocupó el puesto número uno del mundo en individuales masculinos, admitió que el exceso de confianza lo llevó a perder en la primera ronda de un importante torneo de tenis.
Este exceso de confianza irracional en nuestras propias capacidades también se aplica a la ética y a la corrección moral de nuestros juicios y acciones. Las investigaciones muestran que en el lugar de trabajo un porcentaje irrealmente alto de personas dice que son más éticos que sus compañeros de trabajo y competidores. Y en una encuesta, por ejemplo, el 92% de los estadounidenses dijeron que estaban satisfechos con su propio carácter moral.
Por supuesto, los atletas también son susceptibles al exceso de confianza moral, lo que puede llevarlos a eludir una regla aquí o allá y aun así concluir que son buenas personas, racionalizándose a sí mismos que romper una regla es sólo un “tecnicismo”. Por ejemplo, en un estudio, los golfistas dijeron que “otros golfistas” hacían trampa el 25% de las veces, pero que hacían trampa sólo el 8% de las veces.
Pero los académicos Anne Tenbrunsel y Max Bazerman escriben: “Es probable que la mayoría de nosotros sobreestimemos nuestra ética en un momento u otro. De hecho, no somos conscientes de la brecha entre cuán éticos creemos que somos y cuán éticos somos realmente”.
Si no tomamos en serio las cuestiones morales, podemos cometer errores éticos sin querer. Puede ser contraproducente tener un exceso de confianza en nuestra capacidad atlética, pero puede ser desastroso tener un exceso de confianza en nuestra moralidad. El exceso de confianza en nuestra propia brújula moral puede hacer que pasemos por alto por completo las cuestiones morales y que tomemos decisiones importantes sin ninguna reflexión ética seria.
Por lo tanto, para sobresalir –en la vida y en los deportes– sería prudente no asumir que sólo porque pensamos que somos buenas personas, naturalmente haremos lo correcto.