Las emociones – es decir, los sentimientos y las intuiciones – juegan un papel importante en las decisiones éticas que toman las personas. La mayoría de las personas no se dan cuenta de lo mucho que influyen las emociones en su toma de decisiones, pero los expertos creen que es imposible tomar decisiones en cuestiones morales sin tomar en cuenta las emociones.
Las emociones negativas que se dirigen hacia uno, como la culpabilidad, vergüenza o deshonra, motivan a que la gente actúe de manera ética.
Las emociones negativas que se dirigen hacia el exterior buscan castigar o disciplinar. Por ejemplo, la gente dirige su enojo y asco a los que actúan de manera antiética. Esto sirve para disuadir a las personas a que actúen de la misma manera.
Emociones positivas como el agradecimiento o la admiración, que las personas pueden sentir cuando ven a otros actuar de manera ética o compasiva, puede producir comportamientos similares y hacer que la gente ayude a los demás.
Las emociones causadas por ver el sufrimiento, como la simpatía o empatía, pueden llevar a la gente a que se comporte de manera ética hacia otros. De hecho, la empatía es una emoción moral que más motiva a comportamientos prosociales como el altruismo, la cooperación, y la generosidad.
Entonces, aunque creemos que nuestras decisiones morales se influyen por nuestra filosofía o creencias religiosas, en realidad las emociones juegan un papel importante en nuestra toma de decisiones en temas morales.