En el verano de 2007 un jugador de futbol americano universitario de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill (UNC por sus siglas en inglés) tomó un curso de nivel 400 en el Departamento de Estudios Afroamericanos (AFAM por sus siglas en inglés) y recibió una nota de B+. El atleta estudiantil estaba a punto comenzar su primer año en UNC en el otoño de ese mismo año – pero aun así pudo tomar un curso de nivel superior antes de acabar con los cursos introductorios de nivel 100 y 200. El programa del curso no existía. A la mayoría de los estudiantes principiantes en UNC no se les permite matricularse en curso de nivel 400 sin el permiso explícito de un profesor o la colocación avanzada como resultado del desempeño en una prueba evaluativa.
Estos hechos, entre otros, formaron parte de la evidencia presentada en las alegaciones de fraude académico levantadas en contra de UNC en un informe de la Asociación Nacional Atlética Universitaria (NCAA por sus siglas en inglés) en el año 2015. El informe hace referencia a cursados que “quedaron sin calificar” repetidamente a lo largo de 18 años. Durante esta época, varios atletas estudiantiles del programa atlético de UNC estaban matriculados en curso fraudulentos, supuestamente en el AFAM, y a menudo fueron otorgados ventajas particulares con respecto a la calificación, matrícula, y otros asuntos relacionados. Según el informe, “Eran cursos que no requerían ninguna interacción con el profesor o la profesora, ni la asistencia, ni cualquier tipo de tareas de curso salvo un solo ensayo, y que siempre resultaban en notas altas.”
Julius Nyang’oro, catedrático del AFAM, era el encargado de la supervisión del cursado, Deborah Crowder, secretaria del departamento, se encargaba de administrar los cursos “administrados en hoja de papel” que solía clasificar como ‘estudios independientes supervisados’. Varios consejeros académicos de el Programa para Atletas Estudiantiles de la Oficina de Apoyo Académico de UNC también sabían de estos cursos, y en algunos casos, aconsejaron a algunos atletas estudiantiles a que los tomaran. El propósito de este curso era permitir que los atletas estudiantiles pudieran participar en el programa atlético, el cual requiere un cierto nivel de desempeño académico. Además de los atletas estudiantiles, algunos estudiantes no atletas como los miembros de las hermandades universitarias (‘fraternities’) también se habían matriculado en estos cursos fraudulentos.
Muchos empleados de UNC que estaban involucrados en la conspiración fueron identificados por Mary Willingham, una especialista en el aprendizaje de la universidad quien reveló al público los detalles del complot. “Participaba en algo que llegó a avergonzarme.” Dijo que “no servíamos adecuadamente a los jóvenes. No les estábamos educando como se debería. Los estábamos pasando por el proceso lo más rápido posible para que llegasen a la graduación lo más pronto posible, y eso no es lo mismo que darles una educación.”
La preocupación con dar a los atletas estudiantiles una educación recuerda al problema general de cómo mantener un equilibrio entre un programa de estudios riguroso y un programa atlético exitoso en las mayores universidades. Richard Southall, Director del Instituto de Investigación de los Deportes de la Universidad de Carolina del Sur publicó un informe que decía, “nos mentimos cuando no decimos que sea posible reclutar a un graduado del secundario con el mínimo de desempeño académico, darles el equivalente de cargo laboral de un trabajo de jornada completa como basquetbolista o futbolista, y a la vez esperar que de alguna manera obtengan habilidades en lectura y escritura de nivel universitarias mientras que están matriculados en tres cursos.” Añadió, “Deshagámonos de ingenuidades.”
La Asociación de Universidades y Escuelas de los estados del SUR, una organización responsable de la acreditación académica impuso sanciones sobre UNC durante un año hasta junio de 2016. UNC emprendió reformas para cumplir con las normas de gobernanza y responsabilidad de la educación superior con respecto a la gestión de los programas atléticos universitarios y la auditoría de los cursos. En 2017 la NCAA concluyó la investigación. Aunque declararon que UNC era culpable de fraude académico, nunca castigó a la universidad ni a su programa atlético. El Comité de Infracciones de la NCAA insistió que no tenía el poder de imponer sanciones contra la universidad porque la matrícula de los cursos “administrados en hoja de papel” no estaban disponibles exclusivamente a los atletas, sino a cualquier estudiante de UNC.