En el 2003, una estudiante de la Universidad de Stanford, Elizabeth Holmes, fundó la empresa de atención sanitaria Theranos. La meta de la empresa era iniciar una revolución en la asistencia sanitaria. Comenzando con la meta de crear un parche para la aplicación de medicamentos, pronto la empresa cambió el enfoque al desarrollo de métodos sencillos y efectivos para el análisis sanguíneo. Holmes dejó de estudiar en Stanford y empezó a juntar millones de dólares en financiamiento. La empresa insistía que su tecnología era capaz de llevar a cabo más de 240 exámenes distintos con un solo pinchazo del dedo. Los resultados de las pruebas se podían enviar al teléfono celular del paciente dentro de unas horas, y un solo examen costará menos de la mitad de la taza de reembolso de Medicare o Medicaid (los programas de asistencia sanitaria públicos al nivel nacional en los EE. UU. para paciente mayores de edad o de bajos recursos). Con estos avances, la diagnóstica sanguínea se podrá hacer fácilmente sin la necesidad de extraer varios viales de sangre de las venas del paciente, y sin requerir los costos análisis de laboratorio.
Ya en 2014 la compañía estaba valorizada a más $9 billones, la gran mayoría de esta cantidad en forma de acciones en nombre de Holmes. Muchos inversionistas respaldaban la compañía a base de la confianza que tenían en la promesa que ofrecía la nueva tecnología. Salieron reseñas elogiosas de Holmes en revistas noticieras, apareció en varios programas de televisión, y dio las palabras de presentación en los congresos de tecnología. Pero el entusiasmo de los inversionistas y la promesa de la tecnología no se convirtió en éxito.
Al operar bajo un velo de secretos, la compañía nunca pudo validar lo que prometió en cuanto a la tecnología de análisis sanguíneo, y muchos de los resultados de las pruebas de laboratorio nunca fueron sometidos al escrutinio de la evaluación de pares. En 2015, el periodista John Carreyrou investigó la empresa para un artículo que escribía para el periódico the Wall Street Journal. Divulgó los problemas que experimentaba la compañía en la implementación de la tecnología y la metodología usada en las examinaciones. Reveló que la compañía ni siquiera usaba su propia tecnología en las pruebas y casi siempre dependía de tecnología antigua ya usada por otras compañías. Además, encontró que la tecnología, a la cual daban tanto bombo publicitario, no era tan precisa como Holmes y su empresa aseguraba. Después de la publicación de artículo de Carreyou, otros también dieron a conocer más información sobre la imprecisión de los resultados de las pruebas de Theranos.
Homles difería con el reportaje y dijo que Carreyou estaba equivocado. Ella dijo que “esto es lo que pasa cuando uno lucha por cambiar algo, al principio piensan que eres loco, después te resisten, y después, de repente, cambias el mundo entero.” Holmes se negaba a rescindir las afirmaciones sobre los servicios ofrecidos por Theranos y mantenía la narrativa haber logrado el éxito gracias a sus esfuerzos personales. La compañía seguía presentando su tecnología en congresos profesionales.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de los EE. UU. (FDA por sus siglas en inglés) y el Centro para Medicaid y Medicare abrieron una investigación sobre Theranos. Bajo este escrutinio, la compañía enfrentaba demandas de los inversionistas, de sus pares de las empresas farmacéuticas, y del estado de Arizona donde se proveía las pruebas sanguíneas de Theranos directamente a los clientes. En 2018, la Comisión de Bolsa y Valores de los EE. UU. (SEC por sus siglas en inglés) levantó cargos de fraude generalizado contra Theranos, Holmes, y el expresidente de la compañía Ramesh Balwani. Según una declaración de la SEC, “Theranos, Holmes, y Balwani efectuaron numerosas declaraciones falsas y engañosas en las presentaciones que hicieron para los inversionistas, en las exposiciones de productos, y en la prensa, de forma que embaucaron a los inversionistas a creer que el producto principal que vendía la empresa… era capa de llevar a cabo pruebas sanguíneas comprensivas de un simple pinchazo del dedo, lo cual se suponía que revolucionase la industria de la examinación sanguínea.”
En marzo de 2018 Holmes y la SEC llegaron a un acuerdo extrajudicial sin que Holmes tuviera que admitir sus crímenes. Aceptó pagar una multa de $500,000, devolver $18,9 millones en acciones, rendir los derechos de votar en el consejo de Theranos, y se la prohibió servir como directora de cualquier compañía para un período de 10 años. Jina Choi, Directora de la Delegación Regional de la SEC en San Francisco, dijo que “la historia de Theranos es un lección importante de la cual Silicon Valley podría aprender… a los innovadores que logran revolucionar y alterar una industria entera se les requiere que sean francos con los inversionistas en cuanto a la verdadera capacidad de la tecnología corriente, y no deberán proyectar lo que piensan que vaya a ser la capacidad de la tecnología en algún día lejano.”
En junio de 2018, Holmes y Balwani fueron imputados por cargos de fraude por la delegación de fiscales de los EE. UU. en San Francisco. Antes de levantar los cargos criminales en su contra, Holmes cedió el puesto de Directora Ejecutiva de Theranos. Ambos Holmes y Balwani se declararon no culpables y en junio 2018 siguen en espera de juicio. El consultor tecnológico Paul Saffo en reacción a la imputación que “hay una norma sagrada en Silicon Valley de la cual la mayoría de la gente nunca se dan cuenta, y que uno no debe respirar el escape de su propio vehículo” (o sea que uno no se debe creer sus propias mentiras). Saffo seguía, “[Holmes] es alguien que llegó a un punto tan extremo de autoengaño por un exceso de optimismo y autoconfianza… y tales engaños son contagiosos.”