Profesionales de salud mental aprenden a evaluar la forma en que sus propias experiencias, cultura, valores y creencias pueden afectar a sus clientes, y tratan de mantener cierta objetividad en el proceso de evaluación, diagnóstico y tratamiento. Trabajadores sociales clínicos son el grupo profesional más grande que ofrece servicios de salud mental en los Estados Unidos, en espacios institucionales y externos en áreas urbanas y rurales. Los trabajadores sociales son diferentes a psicológicos clínicos, psiquiatras, y otros grupos profesionales que ofrecen terapia ya que ellos ponen más énfasis en justicia social, competencia cultural, y el respeto a la diversidad. Según el código de ética de la Asociación Nacional de Trabajadores Sociales, la profesión requiere que sus miembros “trabajen para prevenir y eliminar…discriminación contra cualquier persona, grupo, o clase a base de su raza, etnia, origen nacional, color, sexo, orientación sexual, edad, estatus civil, creencias políticas, religión, o discapacidad mental o física.”
Puede surgir un dilema ético si la religión o creencias morales del trabajador social interfieren con su deber como proveedor de cuidado médico y de ofrecer el mejor servicio al cliente sin “hacer daño.” Este tema causó controversia a nivel nacional cuando Kim Davis, una empleada del condado de Rowan, Kentucky, fue arrestada por no seguir la orden de la corte federal de otorgar licencias de matrimonio a parejas homosexuales. Sus acciones se basaron en la idea de que el otorgar dichas licencias violaría sus creencias religiosas. En su resolución, el Juez David L. Bunning de la Corte del Distrito de los Estados Unidos declaró, “Si les damos a las personas la oportunidad de decidir qué ordenes deben seguir, eso podría causar problemas.” Defendiendo la postura de Davis, Ryan Anderson, de la fundación Heritage escribió, “La Sra. Davis sintió que tenía que hacer caso a su conciencia … Eso, al final, es de lo que se trata la libertad y reconciliación religiosa: crear espacios para que los ciudadanos cumplan sus deberes como ellos los interpretan, y Dios—independientemente de lo que el resto de nosotros pensemos.”
Un conflicto similar entre la fe religiosa y los requisitos de la profesión de uno se puede ver también en el ámbito de trabajo social en el siguiente ejemplo:
Un trabajador social clínico ha estado tratando a un hombre de 25 años que sufre de depresión y ansiedad. En la cuarta sesión, el cliente revela que es homosexual, y que no ha “salido del closet” con su familia. Declara que ha estado involucrado en una relación monógama con otro hombre, y que está pensando casarse. Le gustaría avisarle a sus padres pero tiene miedo de que lo rachasen por ser homosexual. Está buscando ayuda para lidiar con este problema. El trabajador social pertenece a una tradición religiosa que ve a la homosexualidad como un pecado, y cuyo liderazgo religioso se opone fuertemente al matrimonio entre homosexuales. El trabajador social creía que el tratamiento hasta ese punto iba avanzando bastante bien, pero está preocupado de que su propia postura religiosa va interferir con su habilidad de ofrecerle un tratamiento de salud mental objetivo y libre de prejuicios a su cliente. El trabajador social está contemplando informarle al cliente que tendrá que transferirlo a otro terapeuta.