Escrito y narrado por:
Robert Prentice, J.D.
Business, Government & Society Department
McCombs School of Business
The University of Texas at Austin
Las tendencias psicológicas y las presiones organizacionales pueden causar que inclusive las buenas personas actúen de forma poco ética. Considera la posibilidad de la aversión a perder, que es nuestra tendencia a preferir evitar las pérdidas más que adquirir ganancias. Es probable que no te sorprendas al saber que las personas detestan las pérdidas casi al doble de lo que disfrutan las ganancias.
La aversión a las pérdidas se relaciona con la teoría prospectiva, desarrollada por el ganador del Premio Nobel Daniel Kahneman y Amos Tversky, que introduce la noción de que la gente va a tomar riesgos mucho mayores para no perder lo que ya tienen, de lo que hubieran arriesgado para ganarlo por primera vez.
Todo esto significa que las personas que tal vez sin querer cometieron un acto inmoral, a menudo decidirán conscientemente mentir, para encubrir su error involuntario. Con el fin de recuperar su puesto de entrenador a cargo, el ex entrenador de baloncesto de la Universidad de Baylor, Dave Bliss probablemente no habría caído tan bajo como para tratar de inventar un falso tráfico de drogas en uno de sus jugadores que había sido asesinado. Pero a fin de evitar la pérdida de ese mismo trabajo, Bliss hizo exactamente eso.
El esquema Ponzi [parecido al de la pirámide, pero más riesgoso y deshonesto] de Bernie Madoff, bien puede explicarse, en parte, por la aversión a perder. Madoff explicó que había cometido errores de comercialización con anterioridad, pero cuando parecía que todo su modelo de negocio estaba mal, cometió fraude, no tanto para hacerse rico, sino para encubrir su error. Él dijo: «Yo me negué a aceptar el hecho -no podía aceptar el hecho de que por una vez en mi vida, había fallado. No podía admitir ese fracaso y no admitirlo, fue un error trágico».
En un estudio reciente, Schrand y Zechman encontraron que las empresas a menudo exageran involuntariamente sus ganancias, tal vez debido a un exceso de optimismo, pero esto los pone en una situación en la que, para evitar tener que admitir un error vergonzoso, comenzarán intencionalmente a engañar a los inversionistas para evitar un golpe duro a su reputación. Martín Grass, director ejecutivo de Rite-Aid Corporation es un ejemplo: Después de ser condenado a ocho años de cárcel por fraude contable, Grass admitió: «[C]uando las cosas empezaron a ir mal con las finanzas, hice algunas cosas para tratar de ocultar ese hecho. Esas cosas estaban mal, eran ilegales. No lo hice para llenar mis bolsillos».
Recuerda que Martha Stewart no fue a la cárcel por tráfico de información privilegiada. Ella fue a la cárcel por obstruir una investigación federal sobre ese asunto, en un intento por evitar la pérdida de su buena reputación. Y la firma de contabilidad Arthur Andersen fue condenada no por fraude de valores, sino por la trituración de dos toneladas de documentos para tratar de encubrir sus errores y evitar posibles multas.
Para ser personas éticas, tenemos que monitorear nuestras propias acciones y motivaciones constantemente. Y es posible que tengamos que reunir el coraje de admitir, incluso, nuestros errores más dolorosos.