Franz Stangl nació en Austria en 1908. Proveniente de una familia de clase obrera, Stangl fue entrenado como un maestro tejedor. No satisfecho con su carrera, a la edad de 23, aplicó a ser entrenado como policía. En 1936, a pesar de su posición en las fuerzas policiacas, se incorporó a los rangos del partido Nazi, que en ese entonces era ilegal. Cuando Alemania invadió a Austria, y después la anexó en marzo de 1938, se convirtió en un agente del Gestapo. En 1940, bajo las ordenes de líderes Nazi, Stangl fue nombrado jefe de seguridad en el castillo de Hartheim. En ese entonces, Hartheim era uno de los centros secretos de matanza que usaban las autoridades para administrar “muertes piadosas” a personas enfermas y discapacitadas. Una unidad especial dentro de la administración alemana, nombrada T4, llevaba a cabo el llamado programa de “eutanasia.” El programa de T4 empleaba a doctores, enfermeras, abogados, y policías, entre otros, en los centros de matanza en Alemania y Austria. En total, historiadores estiman que los empleados de Hartheim mataron a 18,269 personas hasta agosto de 1941.
Después de una corta estancia en Berlín, Stangl fue transferido a Polonia, que en ese momento estaba ocupada por fuerzas alemanas en la primavera de 1942. Las autoridades Nazi nombraron a Stangl como el primer comandante del centro de matanza en Sobibór. Para septiembre de 1942, después de haber demostrado ser un organizador eficiente, Stangl fue transferido a lo que llegaría ser uno de los campos de matanza más espantosos, Treblinka. Durante su estancia ahí, Stangl manejaba y perfeccionó un sistema de matanza masiva, usando técnicas psicológicas para primero engañar a sus víctimas, y después aterrorizar y dominarlas antes de ingresarlas a las cámaras de gas. En menos de 18 meses, bajo la supervisión de Stangl, entre 870,000 y 925,000 judíos fueron matados en Treblinka.
Después de la guerra, Franz Stangl y su familia emigraron a Brasil donde vivió y trabajó bajo otros nombres durante décadas. Fue extraditado a Alemania Occidental en 1967 y fue enjuiciado por su papel en la muerte de más de 900,000 hombres, mujeres, y niños durante el holocausto. Durante su juicio, Stangl declaró que él solo estaba haciendo su deber y que no era un asesino. Stangl defendió sus acciones usando tres argumentos. Primero, él no podía escoger sus puestos, y que la desobediencia podía ponerlo en peligro a él y su familia. Segundo, estando en sus puestos, estaba en su naturaleza hacer el mejor trabajo posible (llegó a ser conocido como el mejor comandante en Polonia). Y tercero, que él nunca mató a alguien personalmente. Él se veía como un burócrata. Stangl declaró que fue su dedicación a su trabajo no tenía que ver con cuestiones ideológicas u odio hacia los judío.
En octubre 22 de 1970, la corte declaró a Stangl culpable de crímenes en contra de la humanidad, y lo sentenció dándole el castigo máximo, vida en prisión. Durante una entrevista desde la prisión, él declaró, “Mi conciencia está limpia por lo que yo hice…yo, en lo personal, nunca he lastimado a alguien intencionalmente. …Pero yo estuve ahí. …Entonces sí, en realidad, yo comparto la culpabilidad.” Continuó diciendo, “Mi culpa …es por lo que sigo estando aquí. Esa es mi culpabilidad.” En junio 28 de 1971, menos de un día después de esta entrevista, Stangl murió de complicaciones del corazón en prisión.