En el 2014, un virus contagioso y mortal, Ébola, emergió en África occidental, principalmente en los países de Liberia, Sierra Leone, y Guinea. La epidemia sorprendió a las autoridades mundiales de la salud, matando a miles y convirtiéndose en una epidemia de proporciones mundiales. Una gran cantidad de organizaciones y políticos, desde autoridades de salud pública, Médicos Sin Fronteras, la Organización Mundial de Salud, a la presidenta de Libera, Ellen Johnson Sirleaf, pidieron la intervención militar de los Estados Unidos. El legado colonial afectó las percepciones de responsabilidad en cuanto a la provisión de ayuda. El Reino Unido se hizo responsable de las labores humanitarias en Sierra Leone, Francia en Guinea, y los Estados Unidos en Liberia, un país fundado en el siglo 19 por poblaciones Afro-Americanas previamente esclavizadas en los Estados Unidos.
Aunque al principio se le criticó por haber actuado con demasiada cautela, el Presidente Obama mandó a Liberia más de 3,000 personal militar, la mayoría de ellos médicos e ingenieros. Fue la intervención estadounidense más grade en el contexto de una crisis global de salud. El Presidente Obama justificó su decisión diciendo que era la obligación moral de los EU, como líder de la comunidad internacional, tomar acción en crisis humanitarias en Libera como también parte de los intereses de seguridad para controlar que no llegara la epidemia a los EU y otros países. Según el Presidente Obama, sólo el ejército estadounidense tiene la capacidad, recursos, disciplina, y estructura jerárquica para poder llevar a cabo una intervención de tal nivel.
La crítica a como se llevó a cabo esta intervención, de índole militar, se manifestó de varias maneras. La crítica por parte de facciones conservadoras se enfocaron en el hecho de que según ellos, las intervenciones militares son para pelear y ganar guerras, no para proveer asistencia humanitaria. Otros argumentaban que la asistencia humanitaria podría convertirse en un compromiso de intervención militar y de seguridad. David Ridenhour, presidente del Centro Nacional de Investigaciones de Políticas Públicas, mostró preocupación por que las tropas estadounidenses podrían verse obligadas a tomar decisiones difíciles y éticamente comprometedoras, como “atacar a civiles de Liberia que no están armados pero al estar infectados con Ébola podrían propagar el virus.” Algunos estaban preocupados de que el ejército estadounidense podría poner en peligro el principio de neutralidad que tratan de mantener las organizaciones de salud. El historiador Andrew Bacevich declaró que una respuesta militar a una crisis humanitaria, aunque fuese exitosa, sería una manera de esconder y perpetuar la distribución errónea de recursos a tareas militares en vez de las necesidades de salud global.
Al final, la epidemia de Ébola se pudo contener en Libera y el resto del occidente de África. El ejército estadounidense creo 11 unidades de tratamiento y el gobernó extendió millones de dólares en ayuda humanitaria. No obstante, como reportó The New York Times, no se sabe, con la evidencia que existe, si los esfuerzos estadounidenses tuvieron impacto alguno. Sólo 28 pacientes con Ébola fueron tratados en las 11 unidades de tratamiento que creo el ejército. El número de casos nuevos de Ébola llegó a su auge de 635 por semana después de que el Presidente Obama anunciara la intervención militar, pero disminuyó a un poco más de 100 cuando llegaron las tropas as las instalaciones médicas nuevas. Cuando empezaron a funcionar las unidades adicionales, los casos de Ébola habían disminuido a menos de 50 casos nuevos por semana.