En un año típico en los Estados Unidos, se le recomienda al público general que tome la vacuna contra la influenza. Un reporte publicado por un experto de influenza del Centro de Control de Enfermedades de Columbia Británica encontró que la tasa de eficacia de las vacunas contra la gripe del 2014-25 fue 23% en los EU, y que las vacunas no ofrecieron niveles significativos de protección en Canadá. Investigadores del Instituto Nacional de la Salud encontraron que aunque los porcentajes de los ancianos que recibieron las vacunas anti-gripa aumentó del 15% a 65%, las muertes relacionadas con la influenza entre personas de tercera edad continuó aumentando en este periodo. Estos investigadores concluyeron que “o la vacuna no logró proteger a las personas de la tercera edad contra la mortalidad…y/o los intentos de vacunación no se enfocaron en los ancianos más vulnerables.”
Estudios más recientes han tratado de desarrollar un método para evaluar si las vacunas contra la gripa ofrecen algún beneficio o protección. Un reporte publicado en el 2016 en la revista Inmunología Natural que usó un examen de sangre e identificaron una correlación entre personas con cierto patrón de expresión genética y la tendencia de tales personas a tener efectos adversos a la vacuna contra la gripe. Si estos exámenes de sangre se hicieran más económicos, y se pudieran incluir en exámenes sanguíneos que se hacen en chequeos anuales, podría reducir el número de casos que se reportan en el programa federal de Compensación por Daños a causa de Vacunas. Con estos reportes en mente, considera el siguiente caso:
La Dra. Jones trabaja en un hospital y recientemente se dio cuenta de los reportes que mencionamos arriba. Ella pertenece a la Asociación Americana de Medicina (AMA), la cual recomienda fuertemente que todos reciban las vacunas contra la gripa. Además, su hospital recientemente le informó que ella debe tomar vacunas contra la gripa cada año o le podrían quitar los beneficios del hospital y su empleo. No obstante, la Dra. Jones está consciente del código de ética de la AMA, el cual detalla que los pacientes tienen el derecho de tomar sus propias decisiones sobre su salud, y que este derecho sólo se puede ejercer efectivamente “si el paciente tiene suficiente información para tomar una decisión informada.” Ella cree que tiene una obligación moral de informar a sus pacientes de tercera edad que tiene reservaciones sobre la eficacia de las vacunas contra la gripa entre ese grupo demográfico y por qué.
Ya que la AMA y los Centros de Control y Prevención de Enfermedades promueven las vacunas anti-gripa cada año, si la Dra. Jones les da a sus pacientes recomendaciones que contradicen esta política, esto podría poner en peligro su relación con la AMA, además de su trabajo en el hospital. Además, los administradores del hospital y los agentes de salud se preocupan que si los doctores hacen recomendaciones en base de la relativa ineficacia de, o posible daños relacionados a la vacuna ante gripa, esto podría aumentar las dudas del público sobre la eficacia de otras vacunas. Estas dudas podrían fomentar la oposición publica a nuevas leyes estatales que tratan de promover la obligación general de ciertas vacunas.
Mientras que el caso de la Dra. Jones se basa en experiencias reales de una doctora, su nombre y detalles personales se han cambiado. Este caso de estudio refleja los dilemas éticos que la doctora enfrentó.