En el 2006, Damany Lewis era un maestro de 29 años en la escuela secundaria de Parks Middle School en Atlanta. La escuela se encontraba en un barrio marginalizado a tres millas del sur del centro de la ciudad, en una zona donde robos armados eran comunes. Lewis también había crecido en un barrio violento. Él estaba familiarizado con la problemática que enfrentaban sus estudiantes y estaba comprometido a ayudarlos a sobresalir. Sus colegas lo describían como un “maestro estrella” y una persona “sumamente trabajadora, que se esmera en todo lo que hace.”
Lewis era maestro cuando Beverly Hall era la superintendente. Hall creía que medidas empresariales y valores del mercado podían salvar la educación pública. Ella estableció medidas de rendición de cuentas para el distrito escolar de Atlanta, e implementó objetivos de rendimiento mucho más rigorosos que los que dicta el programa federal que se hizo ley en el 2002, No Child Left Behind. Las evaluaciones de los maestros estaban directamente conectadas al rendimiento de los estudiantes en exámenes estandarizados. Las escuelas donde los estudiantes no lograban sus metas en exámenes estandarizados eran castigadas con cambios en cuanto a maestros y empleados, reestructuración, y cerradas de escuelas.
La escuela de Parks Middle School estaba en problemas porque la habían clasificado como “una escuela que necesita mejorar” durante los cinco años anteriores. Salvo que el 58 porciento de estudiantes pasaran la porción de matemáticas en el examen estandarizado, y el 67 porciento pasara la porción de idiomas, Parks Middle School podría ser cerrada.
“[Era] mi mayor obligación, no dejar que eso sucediera,” Lewis después le dijo a Rachel Aviv en un artículo sobre lo ocurrido en esta escuela para la revista The New Yorker. Lewis había hecho que sus estudiantes trabajaran rigorosamente y como nunca para prepararse para el examen. Pero él estaba consciente de que sería muy difícil que muchos de ellos pasaran. Christopher Waller, el nuevo director de Parks, había escuchado que maestros en las escuelas primarias que mandaban estudiantes a Parks habían cambiado las respuestas de sus estudiantes en los exámenes estandarizados con la excusa de que estaban borrando marcas accidentales de lápices. Waller le había pedido a Lewis y otros maestros que hicieran lo mismo. Lewis encontró los exámenes de los estudiantes que necesitaban mejores marcas para pasar y les cambió sus respuestas. Si no lo hubiera hecho, Lewis tenía miedo de que sus estudiantes dejarían de aplicarse. Perderían la escuela de su barrio y la comunidad que habían establecido dentro de ella.
Gracias a Lewis y otros maestros, a los estudiantes de Parks les fue muy bien en los exámenes estandarizados. Neekisia Jackson, un ex estudiante de Parks, declaró que, “Todos estaban brincando de emoción” después de que un maestro anunciara que la escuela había logrado las metas de la política de No Child Left Behind por primera vez. Jackson agregó, “Estábamos consciente de lo que todo mundo decía de nosotros: ‘Ustedes no son lo suficientemente inteligente.’ Por fin podíamos ir a la escuela con dignidad.”
El mismo proceso de cambiar las respuestas continuó en Parks durante el 2010. Para ese entonces, nueve maestros más estaban ayudándole a Lewis a cambiar los resultados.
En octubre del 2010, 50 agentes de la agencia de investigaciones de Georgia visitaron a Parks y otras escuelas en Atlanta. Los investigadores concluyeron que los maestros e investigadores de 44 escuelas habían hecho trampa de la misma manera que Lewis. En julio del 2012, 110 maestros que habían confesado o sido acusados de hacer trampa fueron bajados de alta, incluyendo a Lewis. Poco después, Lewis fue despedido.
Este caso de estudio está basado en un artículo escrito por Rachel Aviv titulado, “Respuesta incorrecta: En una época de exámenes estandarizados, una escuela marginalizada toma una decisión sorprendente,” que fue publicado en la revista The New Yorker el 21 de julio del 2014.